jueves, 3 de febrero de 2011

La Nación, Doberman


Loco por los perros
Silvia Hopenhayn
Para LA NACION

Escribe todos los días una página en un cuaderno igual a los que usaba en el colegio industrial. Casi no tacha. El borrador es su propia mente. La frase surge casi intacta. Anota al margen lo que supone que puede ocurrir más adelante. No lo sabe del todo, su ficción no es calculable. Tampoco un oficio, en un sentido estricto. Es una forma de estar viviendo, de transcurrir. Lo argumenta en dos frases: "La literatura está hecha de tiempo" y "La novela es la vida misma del escritor". No le importan las grandes frases. Preferiría que no se noten, que su prosa siga siendo una estepa. Sin embargo, las escribe y se cuelan en sus novelas: "La soledad lo llevaba al corazón de las cosas muertas"; "Los números son sospechosos y se mueven como ratas"; "Los ojos son una suerte de vanguardia", o, con humor: "Los árboles habían triunfado sobre el comunismo" (lo bello sobre lo feo). Es sociólogo, le pareció que era más "útil" que estudiar letras. Quería escribir sin que le dijeran lo que había que leer.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Perfil, Doberman



Aníbal Jarkowski, Doberman, El interpretador

Gustavo Ferreyra: Dóberman. Bs. As., Emecé, 2010.

Excepto cuando se lo razona, el uso del narrador omnisciente suele ser una comodidad, una inclinación perezosa de los escritores a perseverar en un hábito y agenciarse la satisfacción sencilla de los lectores.
El narrador omnisciente es una fórmula, como lo fue en su momento describir cada personaje al momento de aparecer en un relato. El narrador de El capote de Gógol, más de un siglo y medio atrás, ya ironizaba acerca de ese recurso cristalizado:
“Es evidente que no debiéramos extendernos mucho en la personalidad de tal sastre, pero como es de rigor en toda obra que se precise el carácter de cada personaje, no queda otro remedio: venga, pues, Petróvich, para acá.”
También es una cristalización indicar en un diálogo qué personaje habla en cada caso, a pesar de que sólo sean dos los que participan del mismo - “Preguntó X”; “Z respondió”- o reservar un epílogo para revelar el futuro lejano de los protagonistas y así promover la ilusión de que siguieron viviendo.

Eterna cadencia, Doberman

Dóberman de Gustavo Ferreyra ganó el Premio Emecé 2010. Guillermo Belcore, un descreído de los premios, se sorprende con la grata lectura de la novela.


Durante años he aborrecido los premios literarios; o mejor dicho, la perversión de los mismos por razones filisteas. Después de ingerir no menos de treinta obras galardonadas por sellos editoriales, concluí que es altamente improbable que en ese terreno pueda brotar el arte. Creí descubrir, incluso, una nueva subespecie narrativa que, cual parásito monstruoso, ha aparecido en el mundo para defraudar nuestra buena fe: la novela escrita para ganar un premio. La baratija viene trozada en capitulitos sin ton ni son, a duras penas llega a las doscientas páginas, es políticamente correcta, procede del taller literario de un fulano bien conectado, y desconoce las densidades temáticas y estéticas. Esas fruslerías nunca perdurarán. Pero hoy debo reconocer que estaba en parte equivocado. El Premio Emecé 2010 ha distinguido lo sublime. El propósito de estas líneas es recomendar la lectura de Dóberman del profesor Gustavo Ferreyra.

La nación, Doberman

http://www.lanacion.com.ar/1327786-una-gran-fabula-negra

Una gran fábula negra
Dóberman, de Gustavo Ferreyra, premio Emecé 2010, transcurre en unos años noventa en que lo real y el delirio se confunden impulsados por una lengua original
Viernes 26 de noviembre de 2010 | Publicado en edición impresa
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Una gran fábula negra
/ Miguel Acevedo Riu

Dóberman
Por Gustavo Ferreyra
Emecé
318 páginas


Por Pedro B. Rey
LA NACION

Al igual que un importante porcentaje de los humanos, Gustavo Ferreyra tiene el acto reflejo de cambiar de vereda cuando un dóberman se le cruza en el camino. Por fortuna, su condición de escritor le permite atenuar la realidad y eventualmente trastocarla. Esa intimidante raza canina -creada, según sostiene la leyenda, por un cobrador impositivo harto de los atracos- es la figura de proa de su última novela. A pesar de ello, y a diferencia de lo que ocurre en obras como Flush , de Virginia Woolf, King, de John Berger, o Cecil , de Manuel Mujica Láinez, no tiene como protagonista a un articulado perro parlanchín. Dóberman , que recibió el Premio Emecé 2010, aborda las desquiciadas desventuras y pesares de un treintañero que de chico, en el apretado monoblock en que vivía con su madre y hermana, soñaba con el éxito o, en su defecto, con ser perro para "destacar siquiera como animal".

Pagina 12, Doberman

Domingo, 28 de noviembre de 2010

Como un perro

Un hombre alienado que quiere ser perro en un mundo que, por cierto, alimenta la paranoia. Este es el punto de partida de Dóberman, la novela de Gustavo Ferreyra ganadora del Premio Emecé.


Por Esther Cross

El showman se llama Joaquín Riste, está en el escenario, frente al público, y de pronto no puede hablar. En medio del bloqueo se abren las compuertas del recuerdo. El yo público se cierra, pero en la cabeza del showman aparece el desfile de su vida privada: una madre vergonzante y pedigüeña, la pobreza, la hermana cruel de tan ingenua y los sueños, mortales al no cumplirse. El flashback une el pánico escénico con el resto de su vida. No es un viaje de ida. El showman mira al público, se da cuenta de lo que pasa, recuerda y cuando vuelve a mirar la platea nota los cambios que amenazan con vaciar la sala. El tiempo se congela en ese instante de parálisis mientras se echa a rodar la película de la infancia, que lo proyecta hacia adelante. En este momento preciso, el momento de la falla, cuando se corta la comunicación y se abre el túnel del tiempo, empieza la novela, la historia, la escritura de Dóberman.

El hombre ladra más fuerte

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-19221-2010-09-10.html

Viernes, 10 de septiembre de 2010

LITERATURA › GUSTAVO FERREYRA, GANADOR DEL PREMIO EMECE POR DOBERMAN


El autor se dice sorprendido porque “mi literatura no es muy ‘premiable’”. No pensaron lo mismo Tununa Mercado, Martín Kohan y Fabián Casas, que no ahorraron elogios para la novela protagonizada por un personaje al que le cuesta sintonizar con el mundo.



Por Silvina Friera

La alegría es una sustancia, una pastita que requiere de varios ingredientes y de cierta amalgama, de cierto amasado. Si la memoria no falla –las “citas” a veces se empantanan o confunden por el envión con que se reciben las buenas noticias–, esto dice o plantea –más o menos– una de las criaturas salida de la extraña, inquietante usina narrativa de Gustavo Ferreyra, flamante ganador del premio Emecé con su novela Doberman, definida por el jurado integrado por Tununa Mercado, Martín Kohan y Fabián Casas como “un tour de force hipnótico por la mente de un hombre atormentado por la alienación, en un ambiente tan enfermo como él”. No es raro que la voz de este escritor y sociólogo vacile del otro lado de la línea –desde su casa en Villa Urquiza–, y que las palabras queden incompletas, como si cierta forma soterrada de timidez o la perplejidad que sacude su bajo perfil les amputara la última sílaba. “La verdad es que fue una sorpresa; mi literatura no es muy ‘premiable’. Me presenté a varios concursos cuando era más joven, pero me di cuenta de que no cuadraba”, confiesa con un tono matizado por su campechana ironía. “Así que bueno: ahora se dio”, agrega. Pero la cosa con este hombre –tan lejos de la loca e insoportable vanidad que cunde entre los escritores– no termina acá. El pesimismo es feroz, casi encantador, en Ferreyra. Dice que no sabe qué hacer con los 25 mil pesos del premio. Pero de pronto –cabe imaginar– observa una elástica y elegante figura caminando por el living de su casa y dispara: “Me van a servir para mantener a mi gata”.

Clarin, Premio Emece de novela

Clarin, Premio Emece de novela

http://www.clarin.com/sociedad/Gustavo-Ferreyra-Premio-Emece-novela_0_332966808.html

Gustavo Ferreyra ganó el Premio Emecé de novela

10/09/10 Es por su octavo libro, “Doberman”. Fue elegido entre 268 manuscritos.


El Premio Emecé ya tiene dueño: ganó Gustavo Ferreyra. Fue con su octava novela, Doberman . Escritor de culto y de bajo perfil, anoche tuvo que exponerse a todos los flashes en la ceremonia de entrega del premio en el Museo Metropolitano.

En diálogo con Clarín , Ferreyra se declaró “feliz”: “Es una alegría recibir un premio después la trayectoria que yo tengo en la literatura. Tengo una sensación de felicidad”. ¿Qué cree un escritor de culto como él que el reportará la exposición pública de un premio? “No lo sé, recién está sucediendo; supongo que el libro será un poco más visible. De cualquier manera, es el premio más literario”, opinó sobre el galardón, dotado con 25 mil pesos en concepto de adelanto de derechos de autor.

Doberman relata la historia de Joaquín Riste. Cuando niño, era un soñador paranoico y resentido, que intentaba escapar a su infancia oprimente en un monoblock del barrio de Flores mediante la construcción de un mundo imaginario, en el que él era un doberman y un showman que fascinaba al público. Ya adulto, Riste se convierte en chofer y mano derecha de un alto funcionario de la cancillería del gobierno de turno. Corre el año 1994. En tiempos en que lo único que parece importar es el éxito a cualquier costo, el personaje se despoja de su personalidad con tal de encajar en el mundo. Durante una crisis nerviosa que lo conduce al psiquiátrico, recibe la visita del funcionario que lo envía a una misión internacional en Polonia. Una vez allí, su obsesión por los perros lo lleva a perseguir a cuantos encuentra vagabundeando por la ciudad. Pero, enamorado de una actriz polaca, Riste se obsesiona también con los comunistas, a los que ve por todos lados en plena confabulación.

El jurado estuvo compuesto por los escritores Tununa Mercado, Martín Kohan y Fabián Casas. Mercado explica que se trata de “una novela que toma y saca el aire de su propia respiración y avanza como un prodigio o como un monstruo.” Para Kohan, “ Doberman no no nos perturbaría tanto si se limitara a hacer del perro una metáfora del hombre. Pero pronto notamos que no se sabe con certeza qué sería exactamente metáfora de qué; y de inmediato ya no podemos ni siquiera estar seguros de que se trate en verdad de metáforas”. Y Casas lo comparó con “Robert Walser , Franz Kafka o el último Celine” y lo calificó, enfático, de “Gran Maestro”.

Felicitaciones, Ferreyra.