Gustavo Ferreyra
LOSADA, 2005
417 PÁGINAS
Flavia Costa
Uno tiende a pensar que las inteligencias más agudas son infalibles.
Gustavo Ferreyra (Buenos Aires, 1963) es de esos escritores que capta y describe con detalle pensamientos, ideas, sentimientos que, por contradictorios, crueles o perturbadores, suelen permanecer escondidos. La mayoría de quienes los observan –dentro de sí o de otros-- prefieren simplificarlos y crear con ellos un prototipo: el pusilánime, el advenedizo, el perverso, el soberbio-orgulloso-de-su-insignificancia, el pequeño burgués. Si vive en la Argentina y pertenece a cierto grupo de personas, dirá también: la clase media.
Ferreyra hace otra cosa. Autor de, hasta ahora, cinco novelas --El amparo (1994), El desamparo (1999), Gineceo (2000), Vértice (2004) y El director (2005)-- y un volumen de relatos, El perdón (1997), en cada libro deja de lado estos sustantivos pantanosos, estériles, y en cambio pone en movimiento ante el lector, a lo largo de páginas y páginas, mentes portentosas y generalmente horrendas. Ferreyra sabe, y dice, algo que querríamos olvidar.